Olivar, vol. 22, núm. 35, e123, mayo - octubre 2022. ISSN 1852-4478
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria

Entrevista

De muchachas y “muchachos nocturnos”: memorias de eterno retorno sobre una infancia republicana. Diálogo con Antonia Muñoz-Malajovich

About girls and “night boys”: memories of eternal return about a republican childhood. A conversation with Antonia Muñoz-Malajovich

Virginia Bonatto

Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género, Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET). Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Manuel A. Broullón-Lozano

Departamento de Literaturas Hispánicas y Bibliografía. Universidad Complutense de Madrid, España
Cita recomendada: Bonatto, V. y Broullón-Lozano, M. A. (2022). De muchachas y “muchachos nocturnos”: memorias de eterno retorno sobre una infancia republicana. Diálogo con Antonia Muñoz-Malajovich. Olivar, 22(35), e123. https://doi.org/10.24215/18524478e123

En el marco de las actividades del proyecto de investigación y desarrollo “Memoria de migración, experiencia bélica y exilio. España y Argentina: representaciones literarias de y sobre mujeres en contextos de guerra, dictadura y destierro durante el siglo XX”,1 y la estancia de investigación de Manuel Broullón en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata,2 nuestros intercambios en torno de la producción cultural de la generación española de Edad de Plata motivaron la idea de realizar un trabajo en conjunto: la entrevista a una de las hijas de Gori Muñoz, pintor y escenógrafo valenciano, y de María del Carmen García Antón, actriz de La Barraca, ambos exiliados en Argentina desde noviembre de 1939.

En esta misma revista, y formando parte de un número especial dedicado a la memoria de la Guerra Civil española, Virginia Bonatto (2006) había publicado un artículo que reseñaba las memorias de María del Carmen, Visto al pasar. República, guerra y exilio, publicadas en 2002 por la editorial gallega Do Castro (colección “Biblioteca del Exilio”), con prólogo de José Luis Axeitos (García Antón, 2002).3 En el año 2021, recibimos tres noticias auspiciosas: la preparación de una reedición de Visto al pasar a cargo de la Editorial Renacimiento –edición debida a los esfuerzos de Rosa Peralta Gilabert–, la aparición de una página web dedicada a difundir la vida y la obra de Gori Muñoz (gorimunoz.com) y la publicación, en formato digital, del libro Crónicas de una infancia republicana en Buenos Aires, escrito por Carmen Muñoz-Bernand y María Antonia Muñoz-Malajovich (Muñoz-Bernand y Muñoz-Malajovich, 2021). “Gorita” y “Tonica” (tales, los apodos de las protagonistas de las dos voces que organizan sendas partes de las memorias) supieron defenderse de las angustias e incertidumbres de la pandemia ofreciendo al universo de la virtualidad, desde sus hogares en París y en Río de Janeiro, respectivamente, un caudal de memoria cultural inestimable.

Archivo y biografía, el sitio web, en cuya preparación fue fundamental el trabajo de Rosa Peralta Gilabert, estudiosa de la obra de Gori Muñoz, reúne dibujos (ilustraciones para libros, bocetos y figurines de sus trabajos como escenógrafo), pinturas, fotografías, escritos y semblanzas, así como una cronología ordenada en dos épocas: 1906-1939 y 1939-1978; documentos, muchos de ellos, inéditos y atesorados por sus hijas, gracias a quienes hoy tenemos acceso abierto a la prolífica labor artística de Gori Muñoz, así como a las escenas e intercambios de la sociabilidad o las redes intelectuales y afectivas del exilio republicano en Buenos Aires. Por su parte, el libro que da cuenta de la infancia de ambas hijas vino a completar el ciclo abierto por María del Carmen García Antón, cuyas memorias concluyen con la llegada de la pareja al puerto de Buenos Aires en 1939 a bordo del vapor Massilia y con una niña recién nacida en brazos (“Gorita”, o Carmen). En las páginas de las Crónicas de una infancia republicana en Buenos Aires se escuchan los decires y se vislumbra el día a día de esa red intelectual y afectiva que se tejió en torno al exilio republicano. En este marco, la preparación de Olivar de un monográfico sobre infancia y vejez apareció como una posibilidad para tomar contacto con una de las autoras, “Tonica”, la menor de la familia, de quien se decía que era la única con “papeles en orden” (Muñoz-Bernand y Muñoz-Malajovich, 2021, p. 153) por haber nacido en Buenos Aires en 1944.

La memoria de la Guerra Civil y las convicciones ideológicas y políticas que sostuvieron la lucha antifascista se trasladaron a las hijas y a los hijos en el exilio a través de distintos medios, más o menos formales, más o menos espontáneos. Desde que Marianne Hirsch acuñara el concepto de “posmemoria” (1992 y 1997), la teoría cultural ha indagado y discutido los alcances de esta categoría, que remite a los modos en que se negocian, se construyen y se tramiten los recuerdos no vividos del pasado a las segundas y terceras generaciones de descendientes de sobrevivientes de traumas históricos. Dos aspectos comunes a esas aproximaciones son, primero, la centralidad que adquiere el trauma en la conformación de la subjetividad de los vástagos y, segundo, las dificultades para comprender la experiencia heredada, así como para transmitirla. En el prólogo de las Crónicas,“Gorita” ratifica estas consideraciones:

El EXILIO, y lo escribo con mayúsculas, fue una experiencia demoledora para nuestros padres. Se puede pensar que para nosotras haya sido beneficioso, puesto que nos posibilitó una buena educación y una alimentación adecuada. Pero no salimos emocionalmente indemnes.

La Segunda República y la guerra de España están siempre presentes en nuestro interior y salen a flote rápidamente en cualquier circunstancia.

(Muñoz-Bernand y Muñoz-Malajovich, 2021, p. iv)

El libro de Carmen y María Antonia recoge la memoria de los padres (los años de la guerra y los primeros tiempos en Buenos Aires, cuando se creía que Franco en cualquier momento iba a caer) y la articula con los recuerdos de una niñez que fue testigo atenta de las expectativas, las dificultades y las oportunidades de aquellos y aquellas intelectuales y artistas republicanos cuyos aportes a la cultura de este país y al mundo editorial han sido de un valor incuestionable. Es que entre “los nocturnos”, como se acostumbraron a llamar las hermanas a los exiliados, el dolor de los adultos se atempera con las tertulias y las comidas compartidas, las vacaciones en Piriápolis o Punta del Este, las celebraciones de fin de año, las canciones, el sentido del humor y el amor a los hijos, esos niños y niñas republicanos que hoy se encargan de guardar ese legado. La fusión de trauma, nostalgia y celebración en el escenario del destierro argentino de mediados de siglo veinte invita a pensar nuevamente el repertorio conceptual que ha nutrido el estudio de la memoria colectiva y del exilio republicano.

La entrevista se llevó a cabo por videoconferencia una mañana del mes de junio de 2022. “Tonica” o María Antonia Muñoz-Malajovich nos “recibió” en su estudio de Río de Janeiro, donde vive junto a su familia desde que los acontecimientos de la Argentina de los años setenta empujaran a ella y a su marido a un exilio voluntario y definitivo.4

Virginia Bonatto: –¿Qué te evoca esta cita de Visto al pasar: República, guerra y exilio de Carmen Antón?: “Llegaron los hijos que fueron acunados con cantos de guerra, con sabor a derrota; sin duda debieron hacer esfuerzos tremendos para soportar el continuo repiqueteo de nuestra nostalgia que tal vez les impedía encontrar la tierra fértil que tanto necesitaban” (García Antón, 2002, p. 24).

María Antonia Muñoz-Malajovich: –Es verdad. Crecimos con cantos de guerra, crecimos escuchando “vamos a brindar que el año que viene se muere Franco y volvemos a España”, crecimos con las canciones, crecimos con toda esa nostalgia enorme. Pero creo que hubo una cierta discrepancia entre la actitud de mi madre y la de mi padre. Mi padre quedó muy marcado por la guerra... Cuando me quejaba por algo, decía: “No te preocupes Toniquita, que más se perdió en la guerra”. Y no había más quejas posibles. Al mismo tiempo, él, con el cine, con toda su participación con los equipos de filmación, tenía una vida muy ligada a la Argentina. Ahí había como una especie de patinada. Nosotras, tanto yo como mi hermana, cantábamos las canciones de la guerra y lo hacemos todavía. Pero en algunos momentos se me hizo un poco pesado, porque era como una derrota que estaba continuamente presente. Y, en ese sentido, creo que mi madre pesaba más que mi padre. Para mi madre todo se había acabado, porque lo que ella había querido era ser actriz de La Barraca, y después de La Barraca no quería saber de nada. Lo cual también era una tontería, porque era una mujer muy vital que tuvo sus realizaciones. Desde manejar con éxito el negocio que tenía, A l’enfant gâté, hasta escribir sus memorias. Había una cierta ambigüedad. Si, además, le sumás que nosotras íbamos al colegio francés…5 Allí cursamos las dos primarias, argentina y francesa, y la secundaria francesa. Era un tanto complicado. Yo encontré un escape con el club de natación frecuentado por personas fuera del ambiente familiar y escolar. Pero vivíamos en una especie de mundo aparte. Cuando entré en la facultad, me convertí en una figura muy popular, porque, cuando me pedían los apuntes, yo decía: “sí, los tengo, pero están en francés”. Asistía a las clases de Manuel Sadosky tomando apuntes en francés, porque no podía pensar en español. Era complicado.

VB: –Eso está en las memorias que escribiste junto a tu hermana.

MAMM: –Éramos un tanto alienadas. Pero creo que, dentro de todo, esa alienación nos sirvió. Al final, tanto mi hermana, en Francia, como yo, en Chile y Brasil, conseguimos adaptarnos y salir adelante, conservando un recuerdo cariñoso por todos esos españoles republicanos de los que tanto aprendimos. Porque una de las cosas que nos llevó, a mi hermana y a mí, a escribir, fue que algunos no tenían familia o la habían perdido, y pensamos que no se podía perder el recuerdo de esa gente. De alguna manera, lo que nos motivó fue el cariño que les tenemos.

Manuel Broullón: –En la cita se dice que los hijos fueron “…acunados con cantos de guerra”. ¿Recuerdas alguna de las canciones en concreto?

MAMM: –El ejército del Ebro, por ejemplo. Tiene una estrofa que es mi preferida, la que dice: “…aunque me quiten el puente/ y también la pasarela, / habré de cruzar el Ebro/ con mi barquito de vela…”. Esa es la mía.

VB: –¿Y la de tu hermana?

MAMM: –No sé, la de mi hermana no sé cuál es, pero la mía es esa. Me la repito cuando mis circunstancias se complican. Tiene mucha fuerza, y recuerdo en las fiestas a toda esa gente republicana con cuatro copas de más cantando y dando golpecitos en la mesa… Era además muy curioso, porque entre quienes frecuentaban la casa de mis padres había comunistas, socialistas, catalanistas, anarquistas… Se cantaba desde La Internacional y el Himno de Riego hasta algún himno anarquista, aunque un tanto en sorna. De las canciones de la guerra, mi preferida era El ejército del Ebro. Pero no eran las únicas, había muchas otras: zarzuelas como La Verbena de la Paloma, El Rey que Rabió o La Gran Vía, y cuplés un poco absurdos y casi surrealistas. Poco a poco vuelven a mi memoria las canciones que cantaba Mamá: alguna era alegre, como “El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás”, pero ella prefería las canciones de Federico, la de Mariana Pineda, “¡Ay qué día tan triste en Granada!...”6, “Las tres morillas”7 y las canciones infantiles tradicionales,8 “Me casó mi madre/ chiquitita y bonita/ ay ay ay,/ con un muchachito/ que no me quería ”9 o “Yo me quería casar/ con un mocito barbero/ y mis padres me querían/ monjita de un monasterio”… Romances tristes como “Dónde vas buen caballero,/ dónde vas triste de ti…” o el de “Delgadina”… Cantaba con mucho sentimiento; tanto que, a veces, a mí me daban lloreras. Javier Farias sostenía que cómo no iba a pasar lo que pasó en España, un país donde se acunaba a los niños con la nana del Tío Tiruliru…”10, al seguir empalmaba en tono flamenco Pero se murió la Paca11,que a todos los niños nos encantaba. Por cierto, que en las fiestas se bailaban chotis y pasodobles. También tenías en la radio el programa Por los senderos de España de Carmen Caballero y Julián Pérez Ávila con canciones populares. En esos años, la radio era fundamental.

MB: – Con esas canciones se formaron una imagen tanto de España como del exilio ¿Cómo fue esa imagen?

MAMM: –De un gran mosaico. Porque además de las canciones, cada uno contaba historias de su pueblo, de las comidas de sus casas y de sus vivencias durante la guerra. Cuando se llegaba a Brunete, las discusiones eran interminables: “llegué el miércoles”, “que no, que yo llegué el jueves y no te vi”. El exilio ocupaba buena parte de dicho mosaico. Las historias que contaban de la huida a Francia, del campo de Argelès o de la llegada a América, son espeluznantes. Pero salieron adelante y sobrevivieron a pesar de las dificultades encontradas. Hay una cosa que siempre nos llamó la atención a mi hermana y a mí, y es que muchos de ellos murieron muy jóvenes.

VB: –Así y todo, de la lectura de las memorias de ustedes se desprende mucha alegría.

MAMM: –Sí, había alegría y sentido del humor. Mi madre podía ser una observadora muy aguda y mi padre era uno de esos valencianos exuberantes que, como dicen aquí, perde o amigo, mas não perde a piada. A veces hacía bromas muy pesadas, pero era muy vital y divertido, como el periodista y escritor Paco [Francisco] Madrid, uno de sus grandes amigos, que murió muy joven y con cuya hija Nuria sigo en contacto.

VB: –Tu abuela, la mamá de Maricarmen, se quedó en España y colaboró también durante la Guerra Civil. Según cuenta Maricarmen, tuvo alguna colaboración para la República y, después, pudo quedarse en España y no quiso exiliarse…

MAMM: –No quiso, pero tuvo problemas. La dejaron cesante; más tarde la reintegraron a su cargo y se fue a vivir a Tarancón. La primera vez que fui a España, nos encontramos en Madrid, llegué a visitarla en Tarancón. Era una mujer interesante, ya mayor y jubilada, que había sido partera. Me contó que cuando le pedían: “Doña Segunda, yo quiero que usted me atienda en el parto”; ella respondía: “si quieres que te atienda vienes al hospital, que si no, no te atiendo”. Y me explicaba: “es que en su casa se ponen telas de araña y se mueren”. Consiguió que las mujeres aceptaran atendimiento médico para el parto.

Cuando salimos a pasear por Tarancón nos topamos con el cura. Al saber que era una nieta de la Argentina dijo: “aquí se vive muy bien, todo está muy bien, somos muy libres…”. Estaba con mi abuela, no me iba a poner a discutir con un cura en la España de Franco. Puse cara de tonta. Cuando se fue, la abuela me dijo: “no le hagas caso, es un idiota. Es que yo voy a la iglesia porque es el único lugar donde las viejas como yo podemos encontrarnos y charlar”.

MB: –Este encuentro, Antonia, ¿en qué año lo sitúas?

MAMM: –Eso lo sitúo en el 64 o 65. Ella vino a la Argentina años antes, en el momento en que las cosas en España estaban peores, pero no le gustó, no quiso quedarse y regresó a España. Yo la recuerdo de ir a comprar sandías a La Boca. Tomábamos el tranvía en la esquina, hacíamos todo el recorrido, todo Buenos Aires, y volvíamos con una sandía.

VB: –Ella no se encontraba en Buenos Aires…

MAMM: –No, no se encontraba en Buenos Aires. Fundamentalmente, creo que no aceptaba la pérdida de su independencia.

VB: –¿Qué te evoca la siguiente cita de las memorias de Gorita en Crónicas de una infancia republicana en Buenos Aires?: “Allí también aparecía con mi hermanita, la Tonica. Si yo formaba parte de la guerra y del exilio, ella simbolizaba la esperanza” (Muñoz-Bernand y Muñoz-Malajovich, 2021, p. 7).

MAMM: –Ahí sale a flote el conflicto de las nacionalidades. Mi hermana se fue a Francia como argentina nacionalizada. Antes viajaba con un documento español provisorio con un sello de “exilada”. Espantoso. En una ocasión, en Bolivia, según creo, tuvo que hacer un trámite; al ver ese documento, el funcionario del consulado español quedó indignado, dándole uno nuevo sin el sello. Pero ni ella ni los demás tenían sus documentos en regla. Cuando algún amigo decía “que no tengo papeles”, mi padre respondía siempre: “es que aquí ninguno de nosotros los tiene… Solo la Tonica, porque es argentina”. Descubrí que era una gran ventaja eso de ser argentina, y sigo siéndolo porque es el único país que no me cobró derecho de piso en ningún momento.

VB: –Nunca tomaste la ciudadanía española tampoco….

MAMM: –No. En algún momento, mi padrino, Pepe [José Cañizares], me trajo de España los documentos necesarios. Él y mi madre insistían para que lo hiciera y Pepe decía siempre: “es algo que te han quitado. Tú tienes derecho a eso; tienes que pedirla”. Un día junté todos los documentos y me fui al consulado español de Río. Me trataron tan mal, tan mal…, que reuní a mis hijos y les dije: “¿a ustedes les interesa tener la nacionalidad española? Si yo la pido, a la larga ustedes la van a poder pedir también”. No se interesaron y, como además, detesto el papeleo, pensé que, siendo argentina, para qué iría a complicarme la vida en un trámite con gente tan antipática.

VB: –¿Y cuándo fue eso?

MAMM: –Eso fue… No era la época de Franco, desde luego que no, pero eso debió haber sido… Los primeros años que estuve aquí. Yo llegué aquí en el 76, debe haber sido por los ochenta y tantos.

MB: –En la Transición, incluso con un gobierno del Partido Socialista, pero claro…

MAMM: –En ese momento pensé en pedirla porque podía ser importante también para mis hijos.

VB: –Pero ellos tampoco la reclamaban.

MAMM: –No, ellos tampoco la reclamaban. Fue más por agradar a Mamá y a Pepe, que se pusieron muy insistentes. Mi hijo nació en Chile y mi hija en Argentina. Los dos vinieron aquí de pequeños y adoptaron la nacionalidad brasilera. Y son brasileros, a veces un poco españoles, a veces un poco argentinos, y a veces hasta un poco franceses, porque frecuentaron los colegios franceses de Buenos Aires y Río. Como mis padres, pensé que nunca se sabe… Y hay colegios franceses en todos lados.

VB: –¿También han heredado esta memoria del exilio?

MAMM: –Heredaron la memoria y, además, fueron varias veces a España y a la Argentina.

MB: –Pero de algún modo, una cosa es la nacionalidad y otra cosa es la memoria que luego se va transmitiendo.

MAMM: – Sí, efectivamente, pero acaban fundiéndose.

MB: –En las memorias, Gorita y tú mencionáis la presencia de amigos de la familia en Buenos Aires, que también contaban sus historias, y que tuvieron un papel importante en el descubrimiento de la literatura y el arte: Juan Paredes, Javier Farias, María Teresa León, Rafael Alberti, los Prados [Jesús Prados Arrarte y María del Carmen García Lasgoity], los Casona [Alejandro Casona y Rosalía Martín Bravo]… A quienes llamaban “los nocturnos”, y de quienes Gorita dice que fueron “su verdadera familia”. ¿Qué recuerdas de las experiencias que contaban?

MAMM: –Esas personas tan importantes culturalmente tenían en la vida cotidiana las mismas preocupaciones de cualquiera: las compras, las cuentas, los niños, su trabajo, las vacaciones. No se colocaban en un pedestal. Fíjate que, además, cuando eres niño, no te sientas a escuchar a los mayores como si fueran dioses; absorbes lo que van diciendo, que si han publicado otro libro o estrenado una comedia, como algo natural. Solo cuando creces te das cuenta de lo que eso ha significado. Alejandro [Casona] me mandó una postal desde Praga diciendo: “Aquí a Antoñito el Camborio lo llaman Tonika Cambori. Pensé que te gustaría saberlo”. Rafael [Alberti] me dedicó un poema precioso, la “Adivinanza de la Tonica”.

V: –En sus memorias, Gorita y vos hablan de “los nocturnos”. ¿Se refieren a ese núcleo más cercano con ese apelativo?

TM: –Sí. Los llamábamos así porque venían el domingo a la noche. Javier venía más temprano, porque venía de la casa de los Alberti, hacía toda la seguidilla de las tertulias. Juan venía un poco más tarde. Pero todos los domingos estaban ahí. Después de cenar se iban al café. Entre los “nocturnos”, recuerdo a Sarita y Pepe Cañizares, Guillermo Zúñiga, Maruja y Agustín Nogués, Elvira y Paco Galán, Anita y Juan Cuatrecasas, Leonor y Gonzalo Sebastián, Carmen Caballero y Ruiz, Helena Cortesina, Dolorines Anthonyssen, Pitusa Marmolejo, Gaspar, además de Farias y Paredes. Veíamos mucho a los Schapire, los Nogués y a los Prados –María del Carmen y Jesús con sus hijos– hasta que se fueron a Chile y luego volvieron a España. Pero había otros amigos que frecuentaban la casa en otros momentos como Paco Madrid, Maite y Pepe [José María] Bago, los Ballester (matrimonio valenciano), Juan Reforzo, o que eran muy cercanos como Laura y Jorge Luzuriaga (el hijo de Lorenzo Luzuriaga). Y otros cuyos nombres se me escapan y que participaban en las tertulias y banquetes. No recuerdo, por ejemplo, el nombre de un español del que Papá contaba siempre que pesaba treinta kilos al ser liberado por los aliados en Belsen. Debo estar dejando a mucha gente en el tintero.

En la introducción al mundo de la cultura teníamos nuestros tutores, Juan Paredes y Javier Farias, que acompañaban nuestra educación como dos tíos solterones. Ninguno de los dos tenía familia en Buenos Aires. Cuando íbamos al teatro o al cine, comentábamos lo que habíamos visto. Pero seriamente, nada de decir: “¿te gustó?” o “qué bonito”. Eran exigentes. Juan era muy serio, un poco sombrón, tenía grandes conversaciones con Gorita. A mí me gustaba mucho Javier porque era muy disparatado y podía terminar una discusión con este argumento: “Esto es así, o yo estoy loco”. Tenía un humor muy particular, con el cual me sentía muy afín. Como en cualquier familia, teníamos nuestros tíos preferidos.

VB: –¿Y los llamaban “tíos”?

MAMM: –No, no. Eran Paredes y Farias. O Juan y Javier. También teníamos una relación muy cercana con Rafael [Alberti], con Alejandro [Casona], con Rosalía Casona, con María Teresa [León], Paco Madrid… No eran gente conocida, eran nuestra familia ampliada, como los Prados o los Nogués, hasta el día de hoy. Luego había amigos circunstanciales como Paco Rabal o Fernán Gómez, o el mismo [Joan Manuel] Serrat, que apareció después del show, con sus músicos, en un banquete dado en homenaje a Papá. Muchos también entre la gente de teatro o del cine argentino.

VM: –Carmen mantuvo un recuerdo muy vivo de su trabajo como actriz con el grupo de teatro universitario La Barraca junto a Federico García Lorca. ¿Qué les transmitió de aquella experiencia? ¿Cómo fue la representación que les dejó de Lorca?

MAMM: –Como una persona brillante, una persona radiante, generando a su alrededor admiración y alegría. El famoso “duende”. Está en su libro de memorias. Sobre La Barraca contaba que en los pueblos los paletos asistían boquiabiertos a las representaciones, porque eran cosas que ellos entendían perfectamente, las habían vivido o las estaban viviendo. A veces los recibían bien, otras les tiraban piedras. La Barraca fue algo muy importante para ella, pero es difícil de transmitirlo, porque aunque contara algunas cosas, lo que más transparecía era el sentimiento, la admiración. Para ella, era solo Federico… Llegó un momento en que ya estábamos hartas de Federico [risas]. Solo Federico y solo La Barraca, porque ni siquiera le daba tanta importancia a las Misiones [las Misiones Pedagógicas], que hicieron un trabajo valiosísimo. Que no se te ocurriera criticar a Federico, o decir “pues a mí me gusta Machado”, porque se ofendía. Acabamos mi hermana y yo no dando un pío sobre Federico con Mamá.

VB: –¿Alguna vez tu mamá sintió la necesidad de volver a trabajar como actriz?

MAMM: –En Buenos Aires no volvió a desarrollar sus actividades como actriz. No tengo del todo claro si no las desarrolló porque la vida familiar se lo dificultaba, o porque no quiso. Yo creo que en el fondo no quiso. Pero la vida familiar pudo absorberla sobre todo los primeros años, épocas difíciles para los exilados. Por cierto, estoy usando la palabra "exilados", pero Mamá decía “refugiados”.

MB: –¿Tampoco se planteaba la posibilidad de que participara de alguna de las producciones donde trabajaba Gori?

MAMM: –No, no se planteaba. Mi madre siempre decía que le hubiera gustado ser actriz, pero con La Barraca se habían acabado las posibilidades. Para ella, esos años fueron los mejores, se sentía libre y hacía algo que le encantaba. Estar con Federico y con los amigos de La Barraca ya valía la pena, pero, además, la posibilidad de ir por los pueblos, de presentar los clásicos. A ella esa vida la había deslumbrado.

MB: –¿Cómo surgió la posibilidad de participar en La Barraca?

MAMM: –Creo que por su amiga María del Carmen [Lasgoity] que ya estaba en La Barraca. Es curioso, porque yo conocí a tres “barracas” mujeres. A mi madre, a María del Carmen García Lasgoity y a Mari Glori Morales [María Gloria Morales Vicente], en Chile. Ni Mari Glori, ni Mamá, ni María del Carmen fueron actrices después, ninguna de las tres volvió al teatro.

VB: –En sus memorias, tu madre dice algo que conecta un poco con todo esto y, sobre todo, con la idea de la mujer moderna:

Antes del 18 de julio yo era una chica estudiante sin otro compromiso que aprobar el curso, jugar al hand ball, formar parte de La Barraca, me gustaba bailar, “flirteaba” (como se decía entonces) y los chicos me llevaban los libros, que era una forma de insinuarse. Ahora, tenía que ayudar a los que daban su vida, y había mucho dolor (García Antón, 2002, p. 89).

¿Percibían ustedes que ella podría haber quedado conectada con esa vivencia de ser una mujer moderna, que fuera tan particular durante la Segunda República?

MAMM: –Quedó conectada y no conseguía desconectarse [risas].

VB: –Porque, de hecho, ella siguió siendo una mujer moderna, porque tuvo su propia empresa [la fábrica de ropa infantil A l’enfant gâté] y ganó mucho dinero.

VB: –¿Y ella tenía alguna participación en los diseños de vestuario que le encargaban a tu padre para las distintas producciones de cine y de teatro?

MAMM: –No, ella no participaba. Lo único en que sí trabajaban juntos era para las fiestas de fin de año de la academia de Baile Español de Consuelo y Pitusa Marmolejo: Papá diseñaba los figurines y Mamá nos hacía los vestidos para el baile bolero, las sevillanas, y las jotas… Preciosos.

VB: –Tu mamá también había hecho una carrera universitaria en España, ella había estudiado medicina y tuvo que abandonar cuando comenzó la guerra… ¿Nunca intentó reanudarlo?

MAMM: –No, pero fue un poco como una cosa de rabieta, “pues ahora no me da la gana”. Fue un corte de ese tipo. Tampoco estoy segura de que le gustara mucho la medicina.

MB: –¿Qué recuerdos tiene de la escuela una hija de exiliados conviviendo con niñas y niños de la Argentina?

MAMM: –Nosotras fuimos al colegio francés, que era de una pareja belga (M. et Mme Crespin), frecuentado por franceses. En relación con nuestra educación, Don Gregorio [Gori Muñoz] bajaba línea: quería que recibiéramos una educación europea para cuando volviéramos a España. En la propia escuela había una necesidad legal y se cursaban la primaria argentina y la francesa. Después, la secundaria francesa. Era una cosa de mañana, otra de tarde y una tercera en casa. En el colegio había franceses y argentinos, pero en los recreos los chicos juegan juntos. Hicimos grandes amistades: Gorita, con Michelle, yo con mi querida y recordada Dany…

VB: –¿No había un estigma contra los rojos?

MAMM: –No. Había unas compañeras estancieras y franquistas, pero cuando decían que Franco era buenísimo yo respondía: “Es un hijo de puta”. Me relacionaba con otras compañeras más afines, pero esto que te cuento fue siendo ya adolescente. Y teníamos a los profesores, que sabían muy bien quién era quién. Mi hermana lo cuenta muy bien.

VB: –También contás en las memorias que te dedicaste a la natación y que sentiste que fue como cambiar de ambiente.

MAMM: –Eso sí, porque el Club Comunicaciones quedaba a dos cuadras de mi casa y [Miguel] Schapire nos había inscrito a su hijo Miguelito y a nosotras. En mis años de natación tenía los amigos del club, los amigos del colegio, los amigos hijos de los españoles… Otra faceta del mosaico.

VB: –Y de Aitana Alberti, ¿qué recordás?

MAMM: –A Aitana la frecuenté de niña, más tarde en los años de universidad y pasamos unos días juntas en Italia, en el 64 o 65. Hace poco intercambiamos mails sobre “La Gallarda”, que era la casa de los Alberti en Punta del Este. Aunque, lamentablemente, la vida nos alejó geográficamente, pero el cariño permanece.

Recuerdo sobre todo los juegos. Nos divertíamos enormemente cuando teníamos nueve, siete y cuatro años. Si Gorita era fantasiosa, Aitana también lo era. Vivía muy cerca, unas cuatro cuadras. Rafael la traía a casa, pero no había mucho peligro en aquella época, y como no había que cruzar ninguna avenida, nosotras íbamos solas a casa de Aitana. Teníamos nuestros momentos de rebeldía. Cuando Gorita se peleaba con nuestros padres, anunciaba: “y ahora nos vamos de casa, mi hermana y yo nos vamos de casa”, y ¿a dónde íbamos si no?, a casa de Aitana.

Como Rafael [Alberti] y María Teresa [León] tenían sus tertulias, nosotras podíamos hacer lo que queríamos. El único límite era la Muki, una perra que ladraba histéricamente. Jugábamos a las mil y una noches, a historias de la antigüedad, nos disfrazábamos... Escapábamos al Botánico a juntar hojas para hacer herbarios; un día vendimos un frasco de un mejunje de Bálsamo Ferrero, hecho con pasta de dientes, perfume y la crema Ponds de María Teresa. Otro, birlamos unos pañuelos y salimos las tres con un brazo en cabestrillo a comprar helados en la Santa Helena. Conseguimos meternos en la casa vecina, que estaba abandonada, pero nos descubrieron y retaron muchísimo.

MB: –¿Cambió el mosaico de relaciones de la escuela primaria a la secundaria, o de la secundaria a la universidad?

MAMM: –Claro que sí. La Universidad de Buenos Aires para mí es una experiencia única e inolvidable. Era la universidad de la reforma y los estudiantes éramos parte del gobierno. Entré en el Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales, donde conocí a mi marido. Participé en las comisiones de cultura y de propaganda, montábamos murales, organizábamos festivales de cine, publicábamos una revista científica… Fue un período muy estimulante que acabó con la intervención militar en la Noche de los Bastones Largos. Me fui a Chile, volví a Argentina, vine a Brasil… Haber asimilado la experiencia de mis padres y sus dificultades de adaptación me ayudó mucho en esos años de migraciones. Aprendí a criar raíces rápidamente sin perder las mías.

MB: –¿Cómo lo vivieron ellos? ¿Sintieron que comenzaba otro nuevo exilio con su hija?

MAMM: –Yo diría que lo vivieron de una manera fatalista. Papá ya me había prevenido de que eso de ocupar la facultad podía acabar con “manta y plato”. En la Noche de los Bastones Largos acabé detenida en la comisaría junto a un grupo grande de compañeras. Mi madre movió cielo y tierra para sacarme rápidamente de allí. Fue una de las primeras madres que llegó tempranito con paquetes de cigarrillos y medias lunas, diciendo: “no pude llegar antes porque tuve que esperar a que salieran las medias lunas”.

MB: –¿No se reavivó en ellos el trauma de la Guerra Civil, la posibilidad de tener que exiliarse otra vez de Argentina?

MAMM: –No. Lo tomaron con tranquilidad. El domingo vinieron los nocturnos en grand complet para que yo les contara lo que había pasado. Tengo esa anécdota con [Francisco] Galán.12

VB: –¿Vos ya te habías graduado, o pudiste acabar la carrera a tu regreso?

MAMM: –No, yo me gradué tres meses antes de irme a Chile y seis meses después de Los Bastones Largos, porque solo me faltaban dos materias. En casa era fundamental que terminara la carrera. Fueron exámenes orales de hora y media, dos horas, después de varias horas de amansadora… Había mucha hostilidad. Pero me recibí. Cuando la entrega del diploma, ya estaba en Chile, así que lo recibió Mamá, en una ceremonia muy informal donde contaba que “no había ningún graduado, solo familiares que juraron todos por la patria y el honor”.

Esa es una historia que, si la quieres leer, está publicada en Exactas exiliada de Eudeba, en el que Pablo Penchaszadeh (2014) juntó varias historias de vida de algunos compañeros. La intervención militar nos cambió la vida a todos, tuvimos que reinventarnos. Posteriormente, a raíz de un episodio extraño y mal explicado en que echaron de Chile a varios profesores argentinos que conocíamos bien, decidimos regresar a la Argentina.

VB: –Hay una novela de María Rosa Lojo que se llama Todos éramos hijos (2014). Ella trabaja con esa continuidad entre la generación de los exiliados republicanos y los hijos exiliados o desaparecidos. La protagonista, en los años setenta, vive la persecución de sus compañeros y compañeras de colegio secundario y está extendida esta relación entre el dolor del exiliado y lo que se repite en los hijos.

MAMM: –Son historias muy complicadas y que se repiten dolorosamente. En su actuación como representante estudiantil, mi marido Hugo creó fuertes enemistades en los grupos ultraderechistas que después de la intervención integraron o se aliaron a los gobiernos militares. Sabíamos después de la intervención que, por más que no hubieras tenido ninguna militancia, las venganzas personales eran posibles. Recibimos una información al respecto. En ese momento, 1975, Hugo era director de estudios en ORT y le ofrecieron que asumiera la escuela de Río de Janeiro. Me preguntó por teléfono: “¿qué te parece si nos vamos al Brasil?”. “Vamos”. Y aquí llegué, con un hijo de cada mano. No se me olvida la imagen de mi madre llorando al despedirnos.

VB: –Pero en tu caso, ¿vos podías volver?

MAMM: –Podía volver, aunque siempre lo hacía con un pie atrás. Después del 76, hicimos varios viajes cortos para ver a nuestras familias. A mí todo me daba rabia, sobre todo ese tono duro que la gente había adoptado, masticando las palabras al hablar. Todo me parecía seco y desagradable. Afortunadamente, con el fin del Proceso, todo cambió y pude recobrar el placer de volver al país.

Referencias

Antón, C. (2002). Visto al pasar. República, guerra y exilio. O Castro, Sada, A Coruña: Edicios do Castro.

Antón, C. (2009). Chemin faisant: Espagne, guerre civile et exil. Paris: L’Harmattan.

Bonatto, V. (2006). Escribirlo al fin: Visto al pasar.República, guerra y exilio de María del Carmen García Antón. Memoria desde el destierro en Argentina. Olivar, 7(8), 237-247. Disponible en: https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3554/pr.3554.pdf

Cerrillo Torremocha, P. C. (2005). El cancionero infantil en la obra de Lorca: la activación del intertexto lector. Campo abierto, 27, 121-130.

García Lorca, F. (1984). Conferencias. Ed. Ch. Maurer. Madrid: Alianza.

Hirsch, M. (1992). Family pictures: Maus, Mourning and Post-Memory. Discourse: Journal for Theoretical Studies in Media and Culture, 15(2).

Hirsch, M. (1997). Family Frames: Photography, Narrative, and Postmemory. Cambridge y Londres: Harvard University Press.

Lojo, M. R. (2014). Todos éramos hijos. Buenos Aires: Sudamericana.

Muñoz-Bernard, C. y Muñoz-Malajovichh, M. A. (2021). Crónica de una infancia republicana en Buenos Aires. Río de Janeiro: ed. de las autoras.

Penchaszadeh, P. E. (Comp.) (2014). Exactas exiliada. Buenos Aires: Eudeba.

Pittaluga, G. (1960). Canciones para el teatro de Federico García Lorca. Madrid: Unión Musical Española.

Pittaluga, G. (2017). Canciones para el teatro de FGL. Madrid: Unión Musical Ediciones S.L.

Quílez Esteve, L. (2014). Hacia una teoría de la posmemoria. Reflexiones en torno a las representaciones de la memoria generacional. Historiografías, 7, 57-75. Disponible en http://www.unizar.es/historiografias/historiografias/numeros/8/quilez.pdf

Rodríguez Marín, F. (1982). Cantos populares españoles. Vol. I. Madrid: Atlas, 1981.

Notas

1 Proyecto de Investigación y Desarrollo (PI+D) UNLP H897, “Memoria de migración, experiencia bélica y exilio. España y Argentina: representaciones literarias de y sobre mujeres en contextos de guerra, dictadura y destierro durante el siglo XX” (01/01/2019-31/12/2023), radicado en el Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria y en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género, pertenecientes al Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata - CONICET), dirigido por Mariela Sánchez y codirigido por Virginia Bonatto.
2 Programa José Castillejo para estancias de movilidad en el extranjero de jóvenes doctores. Ministerio de Universidades, Gobierno de España. Convocatoria 2021 (CAS21/00053).
3 Hay una traducción al francés: Antón (2009).
4 Agradecemos a Guadalupe Barrios Rivero (Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata) por su colaboración durante el proceso de transcripción del audio de la entrevista.
5 Collège Français de Buenos Aires.
6 Se refiere al romance con el que inicia la primera estampa del drama de Federico García Lorca. La transcripción se puede consultar en Pittaluga (1960 y 2017).
7 Las diez Canciones españolas antiguas, recogidas y armonizadas por García Lorca, las publicó Unión Musical Española y pasaron a registro fonográfico con el sello La Voz de su Amo en 1931. Entre ellas figura el “Romance de las tres morillas” o “Las morillas de Jaén”. Un fragmento de la colección se puede escuchar en la versión de Lorca (piano) y La Argentinita (voz y castañuelas) en la Biblioteca Digital Hispánica: http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000013656 y, completa, en Spotify: https://open.spotify.com/album/1HHJMKgPDkZIohUTEagC7l?si=djaQGy_PSBKdsZ9GRh3q-w
8 Recopiladas en la conferencia-concierto bajo el título: “Añada, arolo, nana, vou veri vou” (García Lorca, 1984).
9 Cerrillo Torremocha (2005, pp. 121-130) asocia los versos 43-46 de la “Balada triste” de Federico García Lorca con la copla del cancionero que recoge Rodríguez Marín (1882, pp. 100-101): “Me casó mi madre,/ chiquita y bonita,/ ay, ay, ay,/ chiquita y bonita,/ con unos amores/ que yo no quería…”.
10 “El tío Tiruliru mató a su mujer/ metióla en un saco y llevóla a vender./ El que la compró creyó que era tocino/ y era la mujer del tío Tiruliru”.
11 “Pero se murió la Paca,/ se casó con una flaca,/ hija de un mozo de cuerda/ y se fueron a vivir/ a un cuarto que olía a… albahaca”.
12 Así lo recrea la propia entrevistada en Crónica de una infancia republicana en Buenos Aires.: “Los amigos republicanos más cercanos comparecieron el domingo au grand complet. ‘Que nos cuente la Tonica lo que ha pasado’. Lo hice con lujo de detalles, terminando con un triste ‘qué se puede hacer, los militares son unos cabrones’, se levanta lentamente un hombre con una figura dignísima, delgada, de pelo blanco y, con una voz muy dulce, me dijo ‘No todos, niña, no todos’. Era el coronel Francisco Galán. Las carcajadas fueron unánimes” (Muñoz-Bernand y Muñoz-Malajovich, 2021, p. 145).
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